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Vive en un paraíso de playas y clima tropical, salir a pasear con diminuto bikini le encanta, allí puede ver siempre algún muchacho guapo. Su marido es un ocupado hombre de negocios que deja en segundo plano atenderlas necesidades sexuales de Lela.
Recostada en la cama siente de nuevo el impulso irresistible de un hombre, intenta, al ponerse lencería sensual y transparente calmarse sola, pero otra vez, no alcanza, por suerte tiene una amplia agenda de amantes y conseguir uno tan solo le cuesta un llamado.
Ha llamado al mas degenerado de todos, ese que la hace sentir la mejor puta del mundo que lo primero que hace es comenzar a jugar con esas enormes nalgas que el esposo le ha pagado. Le dice guarradas, esa nena de baja estatura no es una chica mas, es una ardiente que vive cachonda.
De rodillas saborea sabiendo que a él le encanta empujar al fondo de la garganta y usarla como si fuera una vagina, abriendo a mas no poder la boca dejará que meta y saque sin importar que la deje a punto de las arcadas.
Se acomodó encima, el pene llega a sus labios vaginales, comienza a subir y bajar, él le abre los cachetes del trasero haciendo que el ano quede expuesto, luego se tira al piso, ella arriba, una oleada de verga arranca gemidos, pero sin dudas, de todas las posiciones, disfruta de esas que los chicos le dan desde atrás, cuando la retaguardia funciona como amortiguador, cuando las nalgadas aparecen sin aviso, así, solo así, se siente viva.
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